4 de noviembre de 2007

Pequeños Monstruos

Se nos expuso en una clase un ensayo que trataba de como un niño le cambiaba la vida a un anciano, al quedarse con el por unas semanas.

La conclución era "a los niños no hay que tenerles miedo"


y aquí este, mi Contra-ensayo
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Aquel que asegura no son de temer, no conoce al pequeño Pedrito ni a la diminuta Belén. Para un anciano quizás, un tipo ajado por el tiempo, alguien a quien la rutina ha vuelto amargo y que ha visto salir por su puerta a cada uno de sus hijos laceados por el matrimonio… Un tipo así podría ver en un niño más que un ente rebosante de ternura, algo que tiene todo lo que se ha perdido ya, en grandes cantidades, debido al crecimiento casi exponencial de la población de velas en nuestros cumpleaños.

Reconozco que para un hombre que recorre la segunda mitad de su camino, un niño puede significar el más largo y emotivo reencuentro con el demonio que todos tenemos dentro.

Sí, demonio, porque eso es lo que son, el abuelo ya jubilado que no tiene muchas más entretenciones en su casa que una tele puede disfrutar de una pacífica relación con un infante en la que el resultado es: todos los objetivos del menor logrados y, digámoslo así, un veterano sometido por la ternura a complacer como pueda los caprichos del menor.

La escena de un anciano compartiendo reposo y televisión con un glotoncito de 4 puede ser tan conmovedora como perfecta publicidad de LG… Pero a mi no me engañan, no señor, yo he visto de que son capaces esos colosos: a la mitad de la gente grande la someten a sus vanidades con ternura y, si es que es necesario, llanto infernal… Y a la otra mitad, ¡Ay de aquellos que nos encontramos en la otra mitad!

Pedrito y Belén son 2 de mis primos. El primero, por el lado de mi padre, llega a mi casa en calidad de visitante cada vez que el calendario familiar así lo permite, quiebra vasos, platos y maceteros, realiza formidables pataletas, exige la guinda del pastel y, lo que es peor, aprovecha el menor de mis descuidos para subir la escalera, entrar a mi pieza y desatar la entropía. Siempre es lo mismo, vuelvo para encontrar mis informes recortados o material de todo tipo (incluyendo murallas) rayados con lápices a cera que el nomo lleva siempre consigo, mis queridos aviones, barcos y autos a escala diezmados. Nunca logro alcanzarlo antes de que se refugie bajo las faldas de su madre y debo tragarme mi ira, restaurar los daños y olvidar el tiempo y dinero perdido porque, después de todo lo que hace, los adultos solo saben repetir: ¡Fabián!, Es sólo un niño.

¿Qué quieren decir con eso? ¿Debo dar gracias porque es sólo un niño y no dos?

Belén es peor, por suerte logré reconocer la clase de “inocente infante” que es tan pronto comenzó a hablar, es de esos enanos que son capaces de humillarte o ponerte en la peor de las situaciones con demostraciones de ingenuidad tales como: “Señor: mi pima, que eta ahí, me dijo que uste era un naziculeao y no me quere decir que significa, ¿Uste sabe?”. Por suerte no fui el primero en caer ante su infalible artillería, fue mi hermana, todos conocemos la clásica política de “los niños con los niños y las niñas con las niñas”, así es como tengo que lidiar con Pedrito mientras mi hermana aguanta a Belén. El modus operandi de la pequeña es el siguiente: guarda silencio mientras escucha, así de simple es su juego, escucharlo todo para luego repetirlo en el tiempo y lugar menos favorable para nosotros: lo que le dicen y lo que no, conversaciones telefónicas, entre amigas, temas de sobremesa… en fin, todo lo que almas descuidadas puedan decir o discutir en su presencia al ignorarla y confiarse por el hecho de que es, siniestramente, sólo una niña.

Ellos son escrupulosos, saben chantajear, mentirle a todo tipo de jurado, manipular a la gente y sus sentimientos, pueden hacer y decir lo que les plazca, saben siempre a quien y como someter, cuando no pueden, simplemente se vengan… Tienen toda una vida por delante, pueden caerse y volver a levantarse diez veces más que nosotros, aprenden rápido (muy rápido), tienen el mundo en sus manos pues el futuro les pertenece (y el presente de cierta manera también)… Sí, definitivamente, son de temer.
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Por SlapFunk

2 comentarios:

Anónimo dijo...

si wn, pendejos de mierda los odio
menos mal la naturaleza es tan sabia q creo a los pederastas :)

SlapFunk dijo...

Chiki no deberias hablar asi de tu gente





:)





ME REFIERO A LOS PEDERASTAS!