18 de octubre de 2009

Bajopuente


Me carga tener caña moral.

Hay que afinarse.
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-Ese debe ser grande… Miren como se dobla el fierro por allá.
-Yo cacho que deben ser varios autos a la vez… y quizá una micro… porque a esta hora ni cagando pasa un camión.
-Y por qué no.
-Puta, porque de noche es más peligroso… qué se yo.
-Siempre inventas, qué me dices de los camiones que llevan encargos de norte a sur.
-Paran de noche, supongo.
-Ya, y si es importante lo que llevan.
-Nunca llevan nada importante, pura mierda.
-jajajaja, imagínate… “Buenas tardes señor, aquí esta su montaña de mierda”.
-JAJAJAJAJA
-JAJAJAJA, claro, onda: “Uy, muchas gracias. No sé que podría haber sido de mi sin esa montaña de mierda que trae hasta aquí…”.
-“¿Cuanto viajo señor?... uf, señora, es mierda de la mejor de Chile, directamente desde Antofagasta”.
-JAJAJAJAJJA.
Los tres guardan silencio… Sus miradas perdidas en el río… una cerveza que va de mano en mano y el abrigo de las sombras que proyecta un puente.
Es media noche y la fiesta está empezando.
-Oigan cabros: nunca les ha pasado, que cierran los ojos, y sienten que bajan por una escalera espiral... Por dentro así.
-¿Qué?.
-Sí imbécil, que chucha fue eso.
-Puta no se… Como si bajaras a 90 kilómetros por hora por una escalera espiral que baja a contra reloj…rodeada de oscuridad.
-Dentro de qué.
-De ti.
-Yo igual me he sentido así… Me da miedo.
-No puedo creer que entendiste lo que dijo… Que enfermo… No podría responderte si me he sentido así alguna vez.
-La fogata se está apagando.
-Da lo mismo, si igual se acabaron las chelas… A penas se apague nos vamos para la casa.
-Casa de quién.
-Calabaza, Calabaza.
-Sí, por qué preguntas a qué casa.
-Yo no quiero volver a mi casa. Prefiero la calle con ustedes que bajo techo con extraños.
Las ciudad está vacía y el frío es intenso. Las botellas se las llevó el río y no hay más luz que la que proyectan hongos radioactivos que cubren los bordes del río.
-¿Recuerdan el árbol que había dentro de la casa de mi vecino?
-¿Dentro de la casa?
-Sí.
-¿No te acuerdas?, la otra vez nos contó, de ese árbol que crecía dentro de una pieza y que se podía ver desde la ventana.
-No me acuerdo.
-Filo, la cosa es que ya no está… Como que lo talaron yo cacho.
-Oye no deberíamos fumarnos estas cosas.
-Son bacanes, como que el fuego es de colores.
-Igual a mi me da desconfianza que brillen tanto… Como que son venenosas.
-¿Alguna vez has escuchado que una ampolleta mate a una persona?
-JAJAJAJAJAJA… “Cuidado con esa ampolleta niños, el tío Edgar murió con una”
-Igual malo tu argumento… Cuando has sabido que alguien se fume una ampolleta.
-JAHAJHAJA, onda su tubo fluorescente.
-“Pasa el soplete para encender el caño fluorescente”
-Qué horror morir con los pulmones llenos de vidrio.
-“Y de qué murió tu padre… se fumo una ampolleta señor”
-JAJAJAJAJAJA.
-“Lamentablemente la carga de mierda no llegó a tiempo… el conductor del camión se fumó un tubo fluorescente que robó de un café con piernas, murió frente el volante y calló de un puente”
-A veces nada tiene sentido.
-Yo creo que si la gente encargara camiones de mierda de un extremo al otro del país, y fumara vidrio… habría muchas cosas que cobrarían sentido.
-Toda la razón… Eso explicaría mucho.
-¿Otra chela?
-Vamos.
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Por SlapFunk.

5 de junio de 2009

Missin The Fae

Bue... Resumen.
Este blog fue destruido (en contra de mi voluntad) Pero lo recuperé.
Amanithigor se alza desde las cenizas.
y Para esta reinauguración: un trabajo que viene de adentro.
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Las calles de este pueblo son como un laberinto enorme y tranquilo; no tiene sentido memorizar sus nombres pues ninguna es importante, las curvas y pendientes hacen que ninguna sea perpendicular o tenga una dirección definida. Un verdadero laberinto. La única forma de llegar a algún lugar es por medio de la memoria visual; guiarse al relacionar arboles extraños, casas con alguna cosa en especial o simplemente dejar tu propia marca en una piedra.

Imagino que los lugareños no tienen problema alguno, que jamás se pierden, que no les molesta el sol, ni les produce nostalgia la brisa marina, ni les angustia el pasar de las horas, ni les da hambre sentarse a descansar, ni les da sueño la sombra de uno de esos colosos durmientes a la orilla del camino.

Yo no soy de aquí. Me pesa cuando voy atrasado, me lo recuerdan las miradas inquisitivas por la mañana, el silencio de las veredas por la noche, me lo recuerdan los recuerdos, sentimientos enterrados en mi alma, olvidados por mi bien… Recordados para mejor… Esperándome siempre a la vuelta de la siguiente esquina… Recuerdos que no me dicen a donde ir pero me gritan para donde iba… hacia donde fui.

Cuento los panes en la bolsa: 12. Supongo que nadie en la casa se enojara si me como el que me corresponde ahora.

Queso y mortadela. Disfruto de mi desayuno mientras juego a estimar la hora.

¿Las 10?

¿Las 12?

Al juzgar por el sol y el sueño deben ser como las 11:34, 11:35 más o menos. Busco mi celular para saber si di en el clavo.

O una vez más martillé mi pulgar.

Erré la flecha.

Desperdicie mis balas.

Me perdí en la ciudad.

Mala suerte: dejé mi celular en la casa. Ahora si tiene sentido que aún nadie me llame para saber qué pasó con el desayuno, por qué me demoro. Qué caminos tomo cada vez que tengo que ir a la esquina.

Ellos no lo saben: ignoran que yo estuve aquí mucho antes de que se les ocurriera venir a vacacionar; están lejos de imaginar que yo ya conocía el bosque, que me bañe en el mar, que dibujé incoherencias a la luz de una mirada, que me perdí mil veces y me volví a encontrar.
Quedan 7 panes. Saco otro aunque ya no tenga hambre. Da lo mismo si desde que quedaban 10 que debería haberme detenido: el daño está hecho. Además, seguramente deben haber mandado a alguien más a comprar.

Me paro y camino, luego de media hora aproximadamente, o quizás solo 5 minutos, estoy oficialmente perdido, mas no me detengo: sigo adelante y tomo curvas y bifurcaciones sin titubear; algo me llama a hacerlo. Cada vez la curiosidad por saber qué es me lleva a ir más adentro de este, mi laberinto. Son imágenes, palabras, pasajes de mi vida que se descongelan y atraviesan fugaz mis pupilas cada vez que algo se me hace familiar.

Hasta que llego a la casa de Estela: grande y blanca con un grabado de ositos en el frontis, un balcón de pintura desgarrada por el sol, ventanas selladas de bisagras oxidadas y una que otra maleza cubriendo salvajes el antejardín.

Al fin entiendo porque vagaba cada vez que podía escaparme unas horas.

Al fin entiendo qué era lo que con tantas ansias buscaba cuando daba vueltas en círculos, cuando sin importar cuantas combinaciones distintas de direcciones tomara siempre llegaba a la misma esquina.

Por fin entiendo que era lo que esa voz interior me quería mostrar: tu casa de nuevo.

Mi tristeza cae mientras te robo una flor.

-Mañana nos devolvemos a Santiago.

Al fin entiendo, que si quiero encontrarte primero tengo que perderme, pues hace mucho que te perdí y esto ya no tiene remedio.

-Te prometo encontrar mi camino, no perderme otra vez… No llamarte jamás.
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Por SlapFunk