26 de octubre de 2007

Permiso Para Despegar


Déjala ir. Te quiere y la quieres. Ahora sonrie y sigue bailando.
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Llegué a tu casa y la puerta estaba abierta, vi a algunos de nuestros amigos tras los ventanales del fondo que dan al patio. Deduje que todos estarian fuera así que en vez de tocar el timbre simplemente entré. Atravecé la casa en silencio y el umbral que daba al exterior, entonces me viste y te noté alegre, pero cansada.
Demasiado cansada para avalanzarte sobre mí o sobre nadie como lo hacias antes. Me pareciste pequeña, disminuida... Delgada.
Entonces comprendí el motivo de la reunión. Sigo recapitulando lo sucedido desde que llegué mientras todos en silencio te rodeamos y Alejandro te acaricia la cabeza incado junto a ti. Llora, le es dificil dejarte ir, no quiere dejarte ir, pero las últimas palabras del especialista fueron claras.
Que hoy amanecio mal... Que mañana estará peor... Que es nuestro deber acabar con su sufrimiento.
No tengo lagrimas para ti, vieja amiga, es mi problema en este tipo de ocaciones, nunca lloro por la gente que va a morir, aunque me entristezca enormemente ver a Alejandro deshacerse en pena buscando desesperado alguna posibilidad de tenerte aquí, con él. Balbucea "y si es ques", "podria ser ques" y muchos ques mientras su corazón siente el peso de ver irse a su vieja compañera. El especialista solo se limita a responderle con tono firme y solemne lo que todo el resto sabemos y entendemos con lo mucho más fácil que nos es aceptarlo.
No se puede... Hay que dejarla.
Desvio mi mirada hacia el alrededor, los cambios y deterioros junto con los nuevos elementos que nos rodeaban me recordaban el largo tiempo que pasé sin venir a verte.
Así como llegué, me voy, no es necesario que me despida de nadie, y se que despedirme de ti sólo puede agravar la pena de Alejandro. Cruzo el ventanal y llego a la puerta de salida, antes de abrirla tomo un papel y le escribo una nota a mi amigo.
Alejandro: Dejala ir, sabias que este momento llegaria... ¿Cuantos años tiene?. Llámame.
Cruzo la puerta y me detengo en la vereda para ver el sol atardecido escondiendose tras la cordillera, más allá de la ciudad.
¿Cuantos años tienes en verdad?...
¿10?
¿13?
No hay perro que viva mucho más de 11.
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Para Matias.
Por SlapFunk

21 de octubre de 2007

Delirios de Grandesa

Nunca Es Demaciado.




De Hecho... Siempre Quiero Más
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No es un desorden mental, ni mucho menos un daño cerebral… Tampoco se debe a que me sienta solo o me falten caretas para algo o alguien enfrentar.

Soy normal.

Después de todo, cada quien sabe cuanta gente vive en su interior, no veo cual es el afán de molestarse porque yo los saque fuera de vez en cuando.

Ella aburre, me habla y no interesa, solo aburre.

Me recuesto sobre el universo a lo largo del tiempo… Un poco encorvado porque me queda chico. Sostengo el mundo sobre mi dedo índice mientras lo hago girar con la otra mano.

Amanithigor esta de fiesta, pero hoy en el ático reina la tranquilidad.

Alguien sube las escaleras, siento su pesado caminar y se que es Hargo.

-¿Ocurre algo?
-Se acabaron las rubias.
-¿Y de cuando te gustan?
-Desde ayer.
-Eso te pasa por salir a carretear con la crema, sácate un ron y déjame tranquilo.

Silencio… Luego pasos aún más pesados que se alejan.

Dejo el mundo a un lado para sentarme a mirar por la ventana.

Un auto se detiene y de el bajan Topas, Fingo y Etrai… Clay sale a resivirlos.

Ríen, se abrazan, se saludan.

Del otro lado de la calle espera el momento justo para cruzar una seisena de personas, puedo ver a Tay, Bruno, David, Charly, Baruk y una mujer… Creo que es Lizi… ¿se habrá cortado el pelo?

Ella seguía hablando, me di cuenta porque se detuvo. Llevaba ya alrededor de 20 años dirigiéndose a mi con una voz suave pero de animo descansado y constante, casi solemne. Debe ser mi turno de jugar.

-¿Me toca?
-Si.

Me levanto y camino hasta las escaleras, sin mirarla respondo:

-Yo te voy a enseñar, vida… La sonrisa… Y a bailar.

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Por SlapFunk

4 de octubre de 2007

Papiro Maltrecho

La invitacion estaba hecha, y alguien respondio, Amanithigor es un lugar en el que habitan 3 carpinteros de lo más variopintos, pero eso no quiere decir que en el interior de nuestras murallas no halla espacio para muebles que nos quieran regalar.

Aqui un trabajo que no es del Topaz, no es del Fongork, ni tampoco mio[SlapFunk]... les presento a Juanpa.

jahjahaj... un amigo


PD: hey!, saben de la vida po wn, el 17 toi de cumpleaños, i en mi flog me ekivoke, no kae lunes, kae mierkoles...asi ke el ke kiere saludarke se haga presente no mas xD.
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Prisión de Cormutse, 28 de Octubre de 1181, celda veinte.

Agradezco a Berand el carcelero, el favor de conseguirme pluma y papiro para poder dejar testimonio de lo que me ha sucedido en estas últimas semanas, mi historia. Sé que, despojado de todos mis derechos, debo estar profundamente agradecido porque nada me diferencia de los personajes anónimos que residen en las celdas contiguas, que tal vez jamás tendrán la oportunidad de contar su historia, si es que aun la recuerdan.

Tengo un nombre, sin embargo no estoy seguro de alegrarme por tenerlo, ya que debido a él me encuentro en esta celda. Mi nombre es Kafir, hijo de Surgen, un humilde panadero que ejerció, con orgullo, su profesión toda su vida en un pequeño pueblo llamado Carleda, que se encuentra a cuarenta kilómetros al sur de aquí. Mi historia, que os alcanzaré a contar si es que no me llega la hora de la soga antes, carece de relevancia alguna para la historia de los hombres, pero para mí, lo es todo.

Toda mi vida se desarrolló en Carleda junto a mi familia, que estaba conformada -hasta hace algunas semanas- por mis padres, tres hermanos varones (mayores que yo), y mis dos pequeñas hermanas gemelas; Adle y Airam. Mi vida fue siempre como la de cualquier mortal, nunca tuvo mucha emoción, se desarrolló tranquila junto a los que más quiero, o quería. Siempre tuve el sueño de ser algo más que un panadero, como lo era mi padre, y como lo fue el padre de mi padre. Aunque estaba orgulloso de su profesión, que era por excelencia la profesión de los varones en mi círculo familiar, siempre sentí que yo estaba llamado a ser algo más que eso, tal vez un guerrero, tal vez un agricultor, en realidad nunca lo tuve muy claro, solo sé que me sentía llamado a ser más.

Se me acaba el tiempo, intentaré ser mas expreso para poder alcanzar a contarles mi historia, temo que Berand anuncie mi hora.
Bueno, el motivo por el cual estoy aquí, mi historia, se remonta a un hecho que sucedió hace casi tres meses, si he contado bien los días dentro de esta celda. Era domingo, volvíamos de la celebración eucarística con mi madre y mis pequeñas hermanas hacia casa, cuando en una esquina escuche un hombre que gritaba, como predicando el secreto mas oculto que la humanidad ha escondido. Hasta el día de hoy no sé porque me llamó la atención. A pesar de que mi madre afirmaba que en Carleda estaba lleno de hombres locos y que no valía la pena escucharlos, me acerqué. Alcancé a oír solo un par de gritos, algo de un brujo, algo de la iglesia, pero ninguna idea clara. Sucedió entonces que desde el otro lado del camino, alguien flechó al hombre que gritaba y este murió al instante. Asustado, corrí a casa.

Cuando llegué le comenté a mi padre lo que había oído del hombre que había muerto. Me dijo, un tanto nervioso, que el hombre probablemente gritaba el mito de Burdek. ¡Obvio! Como que no me había dado cuenta antes. Me dijo, con un tono autoritario, que me mantuviera al margen de cualquier asunto que hiciera peligrar la bien mantenida reputación de nuestra familia.

Cualquier persona que haya vivido en Carleda o sus alrededores, conoce el mito de Burdek. Para aquellos que no lo conozcan, el mito cuenta la historia de un Obispo de la iglesia Cristiana que desapareció cuando estaba retirándose en una montaña. Algunos dicen que cayó por un barranco y murió, otros cuentan que dejó sus votos y partió hacia otra tierra a una nueva vida, pero otros narran que el Obispo fue hechizado por un brujo y que actualmente vive en una cueva de la montaña. No sé si es por respeto a la supuesta muerte del Obispo, por miedo al mito o por lo aburrida de la montaña, pero hoy nadie se acerca a la montaña.

En los días siguientes hubo mucho revuelo en el pueblo por lo que había sucedido y las autoridades locales buscaban testigos de lo ocurrido. Decidí guardar silencio, y mantenerme al margen del asunto, pues no era seguro. Algunas semanas después, se había calmado el ambiente y se decía que el asesino había sido encontrado muerto en una taberna. Decidí comentarlo con mis Uret y Faren, amigos de la infancia, y ellos me dijeron que era mejor que no le contara a nadie, y que partiera fuera del pueblo pues el supuesto asesino que había sido encontrado en la taberna, era un hombre que se usó como excusa para que el asesino se mostrara a la luz.

Tome entonces la decisión de dejar Carleda. Expliqué la situación a mis padres, y aunque no tuve su apoyo, perseveré en la idea de partir. Me despedí de mi familia tres noches después, y cerca de la medianoche partí con un poco de comida y abrigo hacia donde la suerte me guiara. Cuando comenzaba a emprender mi viaje, me encontré con Uret y me dijo que las autoridades me buscaban pues sabían que había estado ahí. Me despedí de él, y deje Carleda por la entrada sur que era la menos vigilada, sin darme cuenta, me dirigí hacia la montaña en que el Obispo Burdek había desaparecido.

Al tercer día de mi camino, cansado y ya con poco alimento, decidí buscar algún lugar para hospedarme. Pero, ¿Qué estaba pensando? Lógicamente no habría lugar alguno para quedarme cerca de la montaña. ¿Sería prudente volver a casa? No hasta que pasara la tormenta.
Fue entonces que, al pie de la montaña, en el borde este, vi fuego y un grupo de personas que parecían conversar ahí. ¡Maldito sea el momento en que decidí llevar poca comida para alivianar la carga! Siendo el hambre mayor que el miedo, decidí acercarme a la hoguera para pedir comida, debía sobrevivir.

Cuando estaba como a tiro de flecha, vi que los hombres danzaban junto al fuego. Uno, llevaba una capa que cubría toda su cara, y parecía ser el líder de aquel grupo. Di cuenta que el grupo no solo danzaba alrededor del fuego, sino que cada cierto tiempo uno ponía su pie derecho sobre este y el líder pronunciaba algunas palabras en un idioma extraño mirando al cielo, y lanzaba un liquido al fuego.

Consideré prudente no acercarme al grupo. Intenté alejarme de manera lo mas silenciosa posible, pero el grupo se percató de mi presencia. Me mostré como si no tuviera miedo para no aparentar nada en especial, pero en realidad, el miedo me destruía por dentro. Se acercaron a mí, y el hombre de la capa me preguntó mi nombre. ¿Por qué no le mentí? La costumbre a decir la verdad me traicionó. Y apenas dije mi nombre, tres de ellos saltaron sobre mí, me tomaron por las manos y los pies. Sentí un golpe en mi cabeza, y luego, obscuridad…

Desperté amarrado a una roca, cerca de la hoguera. No tengo claro si habré estado solo un par de horas ahí, o si se prolongo por más. Se acercó entonces uno de los hombres, me desamarró y me llevo hacia una mesa que tenían. Ahí me dio algo de comer y beber, y luego me llevó donde su líder, que estaba contando unas monedas. Entonces, reconocí al hombre encapuchado. Jamás llegue a pensar que vería aquella cara dentro de esa capa.

Escucho pasos… ¿Habrá llegado mi hora? Se acerca. Berand me anuncia; “en cinco minutos Kafir, prepárate”. Tengo un plan, espero funcione. Si, son suficientemente altas estas paredes, entonces cuando Berand abra la puerta
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Por JuanPablo De La Cruz