26 de agosto de 2008

La Casa


aehaheahehaehaheahe.
Todo esta bien.
Y SE ABRIO EL SOTANO MIERDA!!!!
como siempre...advierto a los delicados que mejor pueden irse a revisar la pagina de las ultimas noticias.
La Casa... es otro escrito de mi Perro.
Con ustedes...Pato
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Detrás de la cortina La Casa estaba habitada sólo por una persona, ubicada en lo más alto del monte, donde el Sol no hace más que quemar. Desde adentro, no sólo era observada por los ojos, si no que por cada membrana y sentido de la humanidad.

La gente del pueblo de las orillas del Nilo va y viene constantemente a La Casa, dándole un motivo para vivir al Señor Jari con sus alegres canes, felinos, niños y demases.

El proceso es simple. La gente llega con sus animales, esquivan la gran cortina y entregan al necesitado sin previas conversaciones. Es que el Señor Jari es un personaje admirado por el pueblo y tiene concedida la confianza de todo este. Cada animal que es entregado, vuelve sano y salvo a sus dueños. Es reconocido en el pueblo como una entidad casi divina y funciona una especie de monarquía, establecida no por el Señor Jari, si no que por los mismos habitantes del pueblo a las orillas del Nilo.


- Hola Señor Jari.
- Enhorabuena!!! Como ha estado?!
- Mejor que nunca Señor, desde que llegue aquí soy otra.
- Así lo veo. Y recuerda, aquí no existe el tiempo, tendrás esos cinco años hasta el fin de los días.
- Estoy tan contenta Señor Jari.
- Ahora debes callarte, hasta el anochecer. Cuando la gente deje de traerme a sus mascotas. Son tan buenos conmigo, si no fuera por este pueblo no se que sería de mí nena…


El Señor Jari cierra lentamente la cortina y la gente comienza a llegar a La Casa.
La vivienda goza de una vitalidad asombrosa, con cada madero reluciente, el techo en un perfecto estado impermeable decorado con ramas de pinos y alerces jóvenes.

Poca gente ha entrado a La Casa, pero dicen que es de una hermosura infinita. Cada cuadro esta puesto perfecto, la cortina cubre de tal manera que el Sol no entra para quemar a los pocos afortunados que han entrado, cada lugar reboza de hospitalidad. Hay una pequeña mesita, justo a la entrada y nada más. Las paredes están abnegadas de cuadros de artistas atípicos y, según la gente que ha entrado, el Señor Jari se para frente a su mesa, mirando hacia la puerta y conversa con ellos, quienes son comandados a pararse al otro lado de la mesita, mirando al Señor Jari a los ojos y dándole la espalda a la puerta. El penúltimo en irse fue Lucas.


Lucas era un tipo grande, bastante ancho y ya de entrada edad. La cara denotaba un alegre cansancio. Su mandíbula salida, la nariz curva y la barba que se extendía por toda su papada lo hacían único, imposible de no reconocer. Cada músculo de su cuerpo estaba marcado por el arduo trabajo al que estaba determinado en el pueblo a las orillas del Nilo. Era el encargado de cortar el maíz, para que el Molino pudiera alimentar al pueblito.

Día a día, iba al río, se lavaba la cara y saludaba al pequeño Bobban.
Después, directo a los campos de maíz eternos. Con precisión suiza cortaba cada espiga, sólo él y su oz. Después, llevaba el saco con maíz al Molino, donde trabajaba la Señora Magdalena Perkins. Ella se encargaba de hacer funcionar a la fuente de alimento más importante en el pueblo.
Lucas terminaba su día laboral y se volvía a su choza, para ver el televisor.


El televisor se enciende repentinamente:


- Un horrible crimen ha sido perpetrado hoy, a las orillas del Nilo. El pequeño Bobban, encargado de llevar el agua al pueblo, ha sido encontrado muerto. La escena era insana, del infierno mismo señores. Realmente no se como describirlo…

- Señora Perkins, que le produj… - el periodista rompe en un llanto descontrolado. El agua estaba derramada por todo el lugar, mientras un poco más allá yacía un bulto de carne enorme, que borboteaba agua por la boca. Caía y caía, y se derramaba, introduciéndose en las entrañas de las orillas del Nilo.
- Es terrible!!! Mira… mira… mira esa agua Marcos!!!
- Lo sé Magdalena, lo sé. Habrá que encontrar un substituto, alguien debe traernos el agua, avísenle al Señor Jari!!!



Perplejo, Lucas miraba las imágenes en su precario aparato al mismo tiempo que se proyectaba la figura imponente del Señor Jari.


- El Señor Jari ha llegado a la escena del derramamiento de agua señores! Al parecer está indagando como recuperarla!

El Señor Jari se veía tranquilo, mientras introducía sus manos en el bulto de carne. La luz de la cámara rebotaba con las manos del Señor Jari, produciendo un brillo molesto para la vista. En unos minutos, el Señor Jari se levantó. Al parecer se había cambiado de ropa. Era increíble lo que este Ser podía hacer. Nadie decía nada, el Señor Jari no hizo más que dar media vuelta y volver por donde vino. Iba vestido con un delantal largo, con motas rojas y de su mano colgaba un peculiar pañuelo, que goteaba.


Marcos, el periodista, fue de los primeros que quedó sin habla. Sólo lloraba.
Desde lo ocurrido, a Marcos se le veía sentado, siempre en el borde de la acera, sumido en el llanto más desgarrador y triste que haya azotado alguna vez al pueblito a las orillas del Nilo. La gente lo compadecía y pasaba todos los días a decirle amorosas palabras de aliento. El Señor Jari, por su parte, pasaba día a día, con un canastito. Se detenía, lo miraba y reía. Entraba su mano al canastito, sacaba uno de sus pañuelos y se lo entregaba a Marcos.


Un día en particular, el Señor Jari pasó y ejecutó su rutina como de costumbre. Pero Marcos, al recibir el pañuelo detuvo su llanto. El Sol brillaba esplendoroso en los cielos, y el Señor Jari hizo caso omiso y siguió su trayecto hacia La Casa. Marcos se limpió la cara con el pañuelo y lo dejó al borde de la orilla del Nilo.


Llegaba el anochecer. Y el Señor Jari, parado en el borde de su mesita despedía al último cliente.


- Woah, Jari, tengo una hermosa perspectiva desde aquí!!!
- No lo dudo Pequeño Bobban!


La mirada calmada y tierna del Señor Jari era sostenida, pero se acababa de interrumpir.
Siempre sereno, con un pañuelito que tenía guardado en su humilde vestir, limpiaba cada recóndito lugar de La Casa. Primero comenzaba por el piso, que lo trapeaba lentamente y con un cariño puro hacia La Casa, eran años y años de cobijo. La única forma de pagarle era limpiarla como se debía. Después, continuaba por las paredes. Esta pasada era rápida y exacta. En cual intervalo, aprovechaba para charlar con Bobban y los pequeños. Finalmente, limpiaba el techito. Desafiando las leyes de la gravedad, el Señor Jari sobaba el techo de La Casa con su pañuelito y bebía el agua que caía de él, para así no abultar los gastos del pueblo. Ya casi terminando el techo, el Señor Jari se detuvo estrepitosamente.


Un grito estremecedor, desde una de sus paredes, lo alarmó.


- CALLATE BOBBAN. NO PUEDES GRITAR AQUÍ.
- AYÚDAME JARI, AYÚDAME NO PUEDO MOVERME!
- Claro que no puedes!!!
- SÁQUEME DE AQUÍ!!!
- Que esta prisión no es más bella que esa bola de grasa en la que estabas metido?!


Los gritos eran tan fuertes y enfermizos que llegaron hasta el otro lado del río Nilo. El Señor Jari, descontrolado por el extraordinario suceso, corrió a su mesita y se echó a dormir como de costumbre. Ni los llantos y gritos esquizoides de Bobban podrían despertarlo, hasta el amanecer. Pero el Señor Jari olvidó un detalle, despistado por el acontecimiento, dejó abierta la cortina que tapaba La Casa.


Estridentes y con fiereza sonaban las sirenas mientras los carros de policía cruzaban el puente de Mannhatan. A toda velocidad, ignorando cualquier ley del tránsito impuesta, el teniente Crowley y su cuadrante asistían al lugar de procedencia de los gritos de ayuda.
Al cruzar el East River y doblar a la izquierda repetidas veces, llegaron a La Casa.
Crowley y los suyos bajaron de las patrullas y, horrorizados por lo que veían y escuchaban, empuñaron sus cañones y se dirigieron hacia la puerta de entrada.
La Casa estaba completamente podrida, gusanos y distintas colonias de insectos habitaban cada tablón. Manchas de sangre de años sin limpiar decoraban el macabro paisaje. En las orillas del East River, estaba tirada una capa de piel tierna. No tenía más de ocho años de vida y al lado, un tipo, con una cámara, yacía hecho cadáver. En serio proceso de descomposición, como si hubiera sido exhumado, servía de alimento para larvas y uno que otro perro vago de por ahí.
Desde distintas partes llegaban pequeños ríos secos de sangre hasta la puerta de La Casa. El techo estaba completamente derrumbado y el cielo de La Casa sólo tenía cabellos humanos desperdigados encima de los pocos palos que quedaban en el techo. La visión extraída directo desde las profundidades de cualquier connotación que se tenga, en cualquier religión o doctrina, por Infierno, ponía cada pelo y poro de la piel de los policías en acción desenfrenada. Decidido, Crowley derribó de una patada la puerta principal de La Casa.


*PAF!!!


- POLICÍA!!! TODOS AL SUELO!!!


Los ojos de Crowley no podían creer lo que veían. Cada milímetro cuadrado de cada pared estaba tapizado por el horror y el tormento. La piel de Bobban relucía, fresca, recién comprada kilo a kilo en la carnicería más cercana. El Señor Jari, que mantenía la cabeza fija, y hablaba ya en un idioma inentendible para los policías, gritaba y gritaba hacia la piel que era correspondida por la cara del pequeño Bobban.
Un tumulto de gente se reunió afuera de La Casa, mientras estridentes alaridos salían desde las afueras del recinto. Nadie se entendía. El Señor Jari, miraba desconsolado por las ventanas quebradas de La Casa como su pueblo era incapaz de comunicarse entre ellos, mientras Crowley, tiritando por el terror que le producía estar bajo la mirada de rostros sin vida, sangrantes, quemados, algunos purulentos, otros disecados por el tiempo… El suelo, con sus ombligos, pezones, entrepiernas, orejas y demases, se encargaban de lamer los zapatos de los ya desquiciados policías. Crowley, apuntando directamente al Señor Jari con una vieja Glock 17, sólo miraba.
La gente en las afueras comenzó a llorar descontrolada. El Señor Jari por otra parte, reía.
Una risa maníaca, mientras borbotones de sangre amarillenta caían por su boca…
Los policías, sólo atinaron a disparar sus viejos armatostes, sin parar, en dirección al zombificado cuerpo del Señor Jari.
El Señor Jari, siendo atravesado por cada bala y con su carne volando en dirección a las paredes de piel, salpicando con su sangre a las caras malditas, comenzó a elevarse emitiendo una luz que se veía desde la mismísima atmósfera.
Anonadados, los policías continuaron disparando, provocando un espectáculo dantesco. Era una fuente de sangre, en medio del cubo de carne, mientras el Señor Jari se elevaba riendo, regando con su sangre todo el piso de La Casa. Afuera, la gente gritaba, y se gritaban entre ellos, sin entenderse.
El Señor comenzó a pasar a través de los cabellos de sus víctimas, que conformaban el techo de La Casa y se elevo en una luz digna de la más hermosa de las estrellas fugaces hacia los confines del cielo, una gigante estrella fugaz que iba con su estela de sangre, desenfrenada, en dirección a la Bóveda Sagrada.
La Casa sigue ahí, la gente sigue llorando en los alrededores y los policías continúan mirando al cielo, esperando a que algún día aparezca el Señor Jari para balearlo nuevamente.
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Por Pat0

24 de agosto de 2008

Nuestra Obra Ajena

Una obra de teatro se disfruta más en vivo. Es impagable lo que se siente sobre y ante las tablas. Y como a Fongork le dio por tirarse obras locas (no se si aqui o en el foro de HK, ya no lo recuerdo)... I Made My Own. A Pato A Fongork A Flohjo _______________________________________________________
Titulo: Nuestra Obra Ajena.
 Personajes: 
 Talía 
Layo 
El Orco Gilgamesh 
El Enano Picarón. 
361 Extras 

 El escenario que debe verse al encender las luces consiste en un cruce de calles de 3 pistas por sentido, con semáforos de 4 tiempos. Un cielo atardecido cubierto de rojos y amarillos, nublado parcial. Todos los semáforos deben estar en rojo y las calles deben estar llenas de autos dejando el cruce en si como un verdadero cuadrilátero (de hecho y a modo de sugerencia, podéis poner 3 cuerdas a lo Titanes del Ring de semáforo en semáforo). 

 Acto 1: Morena. 
Escena 1:
Talía 
Layo 
El Orco Gilgamesh 
El Enano Picarón 
112 extras 
 (Sugiero para efectos de mejor interpretación que se le otorgue el papel de Layo a Less y el de Talía a Estela. En el papel de El Orco Gilgamesh se puede poner a cualquier drogadicto de fidelidad fraterna probada a fuego, y en el papel de El Enano Picarón a cualquier sujeto sugerido por el actor que este viviendo el rol de Layo).

El Orco Gilgamesh se encuentra apoyado en uno de los semáforos de atrás tocando una guitarra acústica, lo acompaña El Enano Picarón cantando mientras balancea un enorme hacha. En el semáforo diagonal al que ocupan los músicos se encuentra Layo y, finalmente, Talía se encuentra en cualquiera de los dos semáforos restantes esperando para cruzar en dirección a los músicos. 
Los 112 extras se encuentran dentro de los autos. 
 (Layo revisa cada uno de sus bolsillos hasta dar con una bolsita de cuero, de la que extrae 3 monedas de oro, luego levanta la vista en dirección a los músicos y sonríe) 

El Orco Gilgamesh y El Enano Picarón: Muchacha ojos de papel… (Layo cruza en diagonal el cuadrilátero con la mano extendida llevando las monedas de oro a los artistas, Talía lo ve y corre a abrazarlo encontrándose los dos en medio del cruce) 
El Orco Gilgamesh y El Enano Picarón: ¿Adónde vas?, Quédate hasta el alba… 
Layo: (Alejándola de un empujón) ¿Quién eres?, No te conozco. 
112 Extras: (al tiempo que hacen sonar las bocinas de los autos) ¡Apartad que viene el tornado! 
El Orco Gilgamesh y El Enano Picarón: Muchacha pequeños pies… 
Talía: ¡Hijo de puta! (al tiempo que se da media vuelta y se va). 
Layo: (Sosteniéndola de un brazo al punto de hacerle daño a la vez que le da la vuelta) Abrázame. 
El Orco Gilgamesh y El Enano Picarón: No corras más… Quédate hasta el alba…

(Todos los actores congelan sus movimientos y permanecen en esa posición mientras el escenario cambia: el concreto se transforma en losa blanca, de las calles emergen negocios, tiendas y restaurantes que destruyen todos los autos. El cielo cae y se solidifica en un techo. Todo esto de manera que los personajes se encuentren en medio de un mall)

Acto 2: Tornado. 
Escena 1: 
Talía 
Layo 
El Orco Gilgamesh 
El Enano Picarón 
128 extras

Sólo El Orco Gilgamesh y El Enano Picarón recobran el movimiento mientras 128 extras van y vienen por los pasillos.

El Orco Gilgamesh y El Enano Picarón: Sueña un sueño despacito entre mis manos hasta que por la ventana suba el sol… 

(128 extras comienzan a hacer una media luna en torno a Layo y Talía ignorando a los músicos, inspeccionan a los paralizados como si fueran una obra de arte) 

El Orco Gilgamesh y El Enano Picarón: Muchacha piel de rayón, no corras más. Tu tiempo es hoy… 
Extra A: ¿Quiénes son? 
Extra B: ¿Y a ti que te puede importar quienes sean? 
El Orco Gilgamesh y El Enano Picarón: Y no hables más, muchacha corazón de tiza… 
Extra A: Me importa tanto como un grito en medio de la nada. 
Extra B: (Con la voz de quien hace un descubrimiento) a él le gusta ella. 
El Orco Gilgamesh y El Enano Picarón: Cuando todo duerma, te robaré un color… 
Extra C: ¡Mujerzuela! 
Extra D: ¡Maldito! 
El Orco Gilgamesh y El Enano Picarón: Muchacha voz de gorrión… 
Extra A: Si se quieren deberían estar juntos. 
Extra B: ¿Están juntos? 
El Orco Gilgamesh: (Dejando de tocar) ¿Se conocen? 
El Enano Picarón: (Deja de tocar y saca una llave inglesa de su bolsillo para golpear a El Orco Gilgamesh en la cabeza) imbesil. 
El Orco Gilgamesh: perdón, es que me confundí. 
El Orco Gilgamesh y El Enano Picarón: (vuelven a tocar) ¿Adónde vas?, Quédate hasta el día… Extra E: (Intentando llevarse a Talía quien no se mueve ni un centímetro) no se ustedes pero yo me llevo a esta loquita. 
Extra F: no te llevas nada inútil. 
El Orco Gilgamesh y El Enano Picarón: Muchacha pechos de miel, no corras más. Quédate hasta el día… 
Extra G: Que alguien se lo lleve a él, ella le hace mucho daño. 
Extra H: Si, ellos deberían estar separados, ¡Es lo mejor! 
El Orco Gilgamesh y El Enano Picarón: Duerme un poco y yo entre tanto construiré un castillo con tu vientre hasta que el sol, muchacha, te haga reír hasta llorar, hasta llorar.

(Todos los actores congelan sus movimientos y permanecen en esa posición mientras el escenario cambia: los extras que ya han cerrado un circulo alrededor de Layo y Talía se transforman en viento que gira en torno a ellos generando un tornado que termina arrasando con todo el mall. Va y luego vuelve con una casa que deja caer sobre el lugar, luego la muralla que da al publico se desmorona y se ve a Talía y a Layo sentados al borde de una cama mientras El Orco Gilgamesh y El Enano Picarón miran desde una ventana abierta. Hay un semáforo en medio de la habitación… sigue en rojo).

Acto 3: Huracanes. 
Escena 1: 
Talía 
Layo 
El Orco Gilgamesh 
El Enano Picarón 
121 extras

Sólo Talía y Layo recobran el movimiento mientras 121 extras van entrando por la puerta y saliendo por la ventana de uno a la vez durante todo el acto.

Layo: ¿Qué día es hoy? 
Talía: ¿Ah? 
Layo: ¿Por qué el semáforo sigue en rojo? 
Talía: (el semáforo cambia a verde) esta en verde. (Se besan, se acarician, sonríen y vuelven a besarse)
El Orco Gilgamesh y El Enano Picarón: (recobrando el movimiento) Y no hables más muchacha, corazón de tiza, cuando todo duerma te robare un color. (El Orco Gilgamesh sigue tocando la guitarra mientras El Enano Picarón se pone a perseguir una rata que entra en la pieza) 
Layo: ¿Aún me amaras cuando amanezca? (el semáforo se pone amarillo). 
Talía: No lo se. (el semáforo se pone rojo, ella se pone de pie) 
Layo: Abrázame. 
Talía: Debo partir. (sale)

Escena 2: 
Layo 
El Orco Gilgamesh 
El Enano Picarón

(El Enano Picarón se sienta a un lado de Layo que permanece mirando el suelo) 
El Enano Picarón: Estas cosas pasan. 
El Orco Gilgamesh: (deja de tocar y se sienta al otro lado de Layo) ¿quieres que hagamos algo por ti? 
Layo: (abre su mano en donde aún tiene las 3 monedas de oro) sólo tengo 3 pesos. (Entrega a cada uno una moneda y se queda con la que sobra) Ahora pesamos lo mismo. 
 Fin
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Por SlapFunk