
___________________________________
Despierto con el ruido de golpes sordos… Como llamando a la puerta con ansiosa insistencia.
Abro los ojos y juzgo la hora por la luz que hay en la pieza, las diez y media, mi hermano ya se levantó.
Y los golpes continúan, no puedo dormir, no me puedo relajar, que irritante.
-¡Veguián!, ¡El pájaro loco esta molestando de nuevo!, ¡lánzale algo y baja a desayunar!
Ya me acuerdo, desde que botaron el árbol de atrás que hay un pájaro maniaco que picotea las ventanas, como queriendo derribar la casa o por lo menos parte de esta, como queriendo vengarse… Son tan estúpidos los animales.
Apuesto que el pájaro de mierda es hembra, si fuera macho habría entendido hace rato que le salía más barato buscarse otro árbol que molestar eternamente.
Me levanto y recojo un cojín, antes de llegar a la puerta siento como la vista se me nubla y pierdo noción del espacio o las distancias, abrazo una muralla para no caer y hago caso omiso de todo lo que siento como dirección o sentido por unos instantes… hasta que el sentido se estabiliza, recobro la visión, vuelve el equilibrio.
Llevo 3 años con estos pseudos desmayos y ya me he acostumbrado a evitar el costalazo.
Llego al pasillo y lo veo, aún picoteando la ventana, le lanzo el cojín que rebota sobre la ventana y lo ahuyenta.
Comido el pan y bebida la leche me ducho y visto para salir a ver si El Cabezón aún necesita ayuda con los conejos.
Luego de agarrar a dos de seis nos aburrimos de tanto correr atacar y acorralar sin tener resultados.
-¿Qué vas a hacer con los que agarramos?
-Creo que a mi mamá le ofrecen quinientos por cada uno, pero así, chicos.
-Dale, ¿no se vana quedar con ninguno?
-No se si los vamos a vender todos o solo algunos.
Al salir de la casa veo en el pasto junto a la calle a uno de los conejos, el café con un ojo rodeado de negro, a penas me ve corre y se escabulle por una esquina de la reja para entrar otra vez al patio del Cabezón.
Tres días después llego de la universidad para enterarme de que la familia había crecido.
-Pongámosle nombre.
Dijo mi hermano mientras lo sostenía entre sus brazos.
-Pongámosle Tayson.
-Pero si es un conejo, no un pitbul
-¿y?, a falta de pitbul, vamos a tener el conejo más chorizo de Chile.
-Dale.
Tayson es pequeño, blanco de orejas cafés con el borde de los ojos del mismo color, tiene miedo, tiene miedo de todos y cada uno, respira agitadamente cada vez que nos acercamos y se acurruca como puede contra alguna esquina de la caja desnuda en la que le tenemos. Todos están convencidos de que se comporta así porque no nos conoce, pero yo se que la razón es tan diferente como obvia; para llegar aquí, debió ser objetivo de varias persecuciones, quizás cuantos hermanos vio partir antes de que se lo llevaran a él, y ahora estaba solo y atrapado a merced de gigantes, dentro de una caverna que poco se parece a su hogar, hecha de extrañas rocas, con luz propia, piedras cúbicas que emiten luz y ruido en una de cada 3 habitaciones… Definitivamente debe ser un infierno ser la mascota de alguien… No se como los perros pueden querer a sus dueños.
Son tan estúpidos los animales.
Mi bolsillo vibra, es un mensaje: “¿Te llegó mi mensaje?, ¿Cuándo sales de vacaciones?, ¿Salgamos el viernes? (Cantiarda).”
Abro los ojos y juzgo la hora por la luz que hay en la pieza, las diez y media, mi hermano ya se levantó.
Y los golpes continúan, no puedo dormir, no me puedo relajar, que irritante.
-¡Veguián!, ¡El pájaro loco esta molestando de nuevo!, ¡lánzale algo y baja a desayunar!
Ya me acuerdo, desde que botaron el árbol de atrás que hay un pájaro maniaco que picotea las ventanas, como queriendo derribar la casa o por lo menos parte de esta, como queriendo vengarse… Son tan estúpidos los animales.
Apuesto que el pájaro de mierda es hembra, si fuera macho habría entendido hace rato que le salía más barato buscarse otro árbol que molestar eternamente.
Me levanto y recojo un cojín, antes de llegar a la puerta siento como la vista se me nubla y pierdo noción del espacio o las distancias, abrazo una muralla para no caer y hago caso omiso de todo lo que siento como dirección o sentido por unos instantes… hasta que el sentido se estabiliza, recobro la visión, vuelve el equilibrio.
Llevo 3 años con estos pseudos desmayos y ya me he acostumbrado a evitar el costalazo.
Llego al pasillo y lo veo, aún picoteando la ventana, le lanzo el cojín que rebota sobre la ventana y lo ahuyenta.
Comido el pan y bebida la leche me ducho y visto para salir a ver si El Cabezón aún necesita ayuda con los conejos.
Luego de agarrar a dos de seis nos aburrimos de tanto correr atacar y acorralar sin tener resultados.
-¿Qué vas a hacer con los que agarramos?
-Creo que a mi mamá le ofrecen quinientos por cada uno, pero así, chicos.
-Dale, ¿no se vana quedar con ninguno?
-No se si los vamos a vender todos o solo algunos.
Al salir de la casa veo en el pasto junto a la calle a uno de los conejos, el café con un ojo rodeado de negro, a penas me ve corre y se escabulle por una esquina de la reja para entrar otra vez al patio del Cabezón.
Tres días después llego de la universidad para enterarme de que la familia había crecido.
-Pongámosle nombre.
Dijo mi hermano mientras lo sostenía entre sus brazos.
-Pongámosle Tayson.
-Pero si es un conejo, no un pitbul
-¿y?, a falta de pitbul, vamos a tener el conejo más chorizo de Chile.
-Dale.
Tayson es pequeño, blanco de orejas cafés con el borde de los ojos del mismo color, tiene miedo, tiene miedo de todos y cada uno, respira agitadamente cada vez que nos acercamos y se acurruca como puede contra alguna esquina de la caja desnuda en la que le tenemos. Todos están convencidos de que se comporta así porque no nos conoce, pero yo se que la razón es tan diferente como obvia; para llegar aquí, debió ser objetivo de varias persecuciones, quizás cuantos hermanos vio partir antes de que se lo llevaran a él, y ahora estaba solo y atrapado a merced de gigantes, dentro de una caverna que poco se parece a su hogar, hecha de extrañas rocas, con luz propia, piedras cúbicas que emiten luz y ruido en una de cada 3 habitaciones… Definitivamente debe ser un infierno ser la mascota de alguien… No se como los perros pueden querer a sus dueños.
Son tan estúpidos los animales.
Mi bolsillo vibra, es un mensaje: “¿Te llegó mi mensaje?, ¿Cuándo sales de vacaciones?, ¿Salgamos el viernes? (Cantiarda).”
__________________________________________
Por SlapFunk